Allende los mares, camino mi soledad, otrora ausente. Camino a sabiendas de que volveré sobre mis pasos baldíos una y otra vez, más tarde o más temprano. Lanzo aullidos errantes al viento tembloroso y lloro desesperado a ese gran día que se va, porque los dos sabemos que no volverá. En la copa jerárquica de la Amistad hallo la veteranía, sus mil novecientos ochenta y cuatro árboles y sus mil novecientos ochenta y cuatro nombres. Escritos quedan. Raíces que me instruyen y aconsejan, refugiadas bajo su eterno pretexto de la experiencia. La memoria es mi fiel compañera, pero, en ocasiones, intento recordar cómo y por qué acabo aquí. La amargura del error, el delirio del saber. Es entonces cuando me abandona. Ella también se ha ido. Estoy solo. La memoria es otra sirena varada, tan solo una más. Llorar no es una derrota, eso jamás, es otro paso firme hacia el triste camino de la Felicidad. Yo lo sé. Hace ya mucho tiempo de un jamás, que dejó de llover ´ahí fuera´. Hace ya muchas lunas que lanzo aquel vidrio de elixir perdido sobre la turquesa infinidad. Llegó tal día como hoy, sin avisar, y las aguas y el viaje se encargaron de despegar su añejo pasado. En la orilla la botella, en la botella un papel, en el papel una forma de carmín y en ese carmín, un beso. Solo me he atrevido a posarlo sobre mis áridos labios una vez. Nunca antes un beso supo ser tan apasionado, tan certero, afable y compasivo. Un beso, mi beso, que huele a roble y a península.
No le importó aventurarse, ni le importó esperar. Un beso, nuestro beso, que es bohemio y supo madurar. Placer prohibido y etéreo. Descorcho su cuerpo los días de pleamar. Siempre había pensado que algunas personas son como pequeñas islas en un inmenso mar de dudas; y siempre había pensado que, por esas grandes personas, merecía la pena vivir. Ahora lo sé. Gasto pues mi vida en hacer lo único que podría: devolverlo. Todos los días y a la misma hora, con la complicidad y aquiescencia solar, lanzo la botella y mi espíritu. Ora bien, el problema es que ese beso me pertenece a mí. Sentencia que dicta el océano, sabio entre los sabios, y no mi egoísmo. Ahora la esperanza rige mi destino, hoy sé que mi destino es besar. La corriente no podrá ir en nuestra contra eternamente, sé que la corriente cambiará. Sentado y con paciencia teñida de vidrio oscuro espero mi momento, nuestro momento. Siento que está llegando, sé que llegará, mientras tanto, Amor mío, bésame.
No le importó aventurarse, ni le importó esperar. Un beso, nuestro beso, que es bohemio y supo madurar. Placer prohibido y etéreo. Descorcho su cuerpo los días de pleamar. Siempre había pensado que algunas personas son como pequeñas islas en un inmenso mar de dudas; y siempre había pensado que, por esas grandes personas, merecía la pena vivir. Ahora lo sé. Gasto pues mi vida en hacer lo único que podría: devolverlo. Todos los días y a la misma hora, con la complicidad y aquiescencia solar, lanzo la botella y mi espíritu. Ora bien, el problema es que ese beso me pertenece a mí. Sentencia que dicta el océano, sabio entre los sabios, y no mi egoísmo. Ahora la esperanza rige mi destino, hoy sé que mi destino es besar. La corriente no podrá ir en nuestra contra eternamente, sé que la corriente cambiará. Sentado y con paciencia teñida de vidrio oscuro espero mi momento, nuestro momento. Siento que está llegando, sé que llegará, mientras tanto, Amor mío, bésame.
P.D. Con este relato Fran tuvo el éxito en sus manos. Durante unas semanas estuvo entre los 10 primeros del concurso " El beso de Rechenna".
¡ ENHORABUENA!
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