Miles de kilómetros nos separan. Hoy tengo el mismo miedo que ayer, y seguramente el de mañana, si estoy aún vivo. Nuestro amor está presente, cada minuto es un desafío para mí, y cada día, alegría para los dos. Ansío el momento de volver a verte, regocijarme en tus melosos y tiernos labios. Ansío el momento de que tu carmín me pertenezca, recorra grieta a grieta los míos, rugosos y secos. Fríos, así son en este momento, deseando que puedan ser avivados por ti, amor mío. Desgraciadamente ese momento aún debe esperar, mi actuación en estos instantes sabes que es obligatoria. Duermo cada noche abrazado a una áspera almohada que he bautizado con tu nombre, Lucía. Tiene una hendidura profunda. Imagino que es la silueta de tus labios y me produce una amarga sensación de felicidad, que me recorre la piel. Antes de acostarme la beso, la impregno de saliva imaginándome que eres tú quien los corresponde, pero no. Duele no poder abrazarte, duele no recibir nada a cambio. Apago la luz de mi lamparita, me arrodillo ante mi dura cama, junto mis manos y rezo. Susurro las oraciones que aprendí en el colegio, hace ya bastantes años de aquello y muy presentes en estos momentos. Lo hago con tanta fuerza, que mis manos quedan impregnadas de sudor, ese sudor que se desliza sobre mis muñecas. Le pido que me cuide, que cada día pueda estar de nuevo delante de la cama para hacer lo mismo, que te bendiga y te proteja. Pero siempre pensando en ti, en ese momento para abrazarte, para besarte. Pido que esta dura experiencia acabe pronto y contarte a lo que me enfrento día a día. Es difícil exponer el cuerpo a punta de pistola, o algún artefacto que te haga desaparecer por un instante. Tranquila, soy fuerte. Tú mejor que nadie sabes lo que significa para mí vestir bajo uniformes de tonalidades verdes. En el corazón está grabada mi bandera rojigualda. No hay palabras para describir esta situación, ese día llegará y compartiré mis vivencias contigo. Significará que estás a mi lado y que este infierno llega a su fin. Unos meses nos quedan para el ansiado momento. Ese día estarás allí, recibiéndome como un campeón, como un luchador, que se jugó la vida por su país. Obtengo la mejor recompensa, y esa eres tú. En tus ojos leeré tu sentimiento, y en tus labios los afirmaré. Ahora toca esperar.
Te Quiero: JESUS
AFGANISTAN, 13 DE MAYO
P.D: Este relato fue presentado en el concurso de relatos breves: " Beso de Rechenna", consiguiendo buenas críticas y buen resultado por parte del jurado.
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